Ahora soy Tormenta de la Tormenta, la primera de mi nombre

Tormenta es mi nuevo nombre, qué pasha

El jueves me tocó mi primera dosis chispas del chip, el 5G, el controlador mental psicosocial, el magnetizador o como demonios llamen en vuestro barrio a la vacuna luna lunalú (sí, lo sé, ya me tocaba, vistas mis referencias musicales infantiles). No voy a contaros mi experiencia con el pinchazo porque muchos ya os lo habéis llevado pal cuerpo (no soy la única que recuerda el vídeo 2000, eh, pajarracos) y porque HOLA, solo es un pinchazo, qué os voy a contar de él, menudo aburrimiento…

(Nota: por si os interesa, no, no duele nada, ni te enteras. Y sí, vacunarse lo mola todo y lo de su primo, vacunaos, arrrr, que somos muchos y hay ganas de acabar con esto ya de una vez 😋)

No, en realidad lo curioso ocurrió en la cola. Bueno, muchas cosas curiosas. Un montón. Porque a mí me engañaron vilmente y con malignidad y me aseguraron que BUAH SI TARDAS MÁS EN LLEGAR QUE EN LA COLA Y EL PINCHAZO y demás mentiras flagrantes con malísima intención, y resulta que cuando yo llegué a la famosa cola aquello parecía un concierto gratuito y único de Lady Gaga con Maluma Baby y Luis Fonsi de teloneros. Vamos, que estaba allí TODO EL MUNDO. Del planeta entero. O sea, daba la cola la vuelta al recinto (ferial) yoquésé cuántas veces, y encima no había una, no, había CUATRO. Que si todo el que estaba allí tiene la idea de dar un brinco al mismo tiempo, me sé de unos cuantos maoríes mezclados con indoeuropeos que iban a salir despedidos de sus islas hasta acabar estampándose con la primera estación espacial que pasase por allí.

Para que luego digan que Extremadura está despoblada, diga usted que sí, señora. Un desierto, claro que sí. 

Estepicursores rodando por las calles del far west peninsular

Lo que pasa es que aquí la gente (que sí la hay, y mucha, qué os vais a creer) tiene que ir en coche porque lo que no hay son trenes, aviones, autobuses y esas cosas raras que tiene el hombre blanco. Y claro, si juntas a TODO EL MUNDO una tarde en un sitio, pues resulta que ya lo que viene siendo aparcar se convierte en una aventura nivel Indiana Jones en sus mejores tiempos. Yo me sentí como en casa, sinceramente. He tenido menos problemas para aparcar en la zona de Gran Vía de Madrid que el jueves en un laíllo de Mérida, capital de ese agujero negro que es Extremadura.

Cuando por fin conseguí dejar el coche a cosa de mil kilómetros del lugar en cuestión (casi me habría salido más a cuenta irme andando, pero como tuve que ‘escaparme’ del curro para vacunarme pues pensé que en coche iba a ir más rápido… y bueno, que me habían engañao, la verdad sea dicha), me planté en la puerta del recinto y había AGENTES DE MOVILIDAD, O SEA, ¿me los habían traído del pueblo para que me sintiera cómoda? ¿Desde cuándo hay esas cosas en mi Moria bonita y tranquilita y despoblada? Yo aluciflipando, pero el primero de ellos iba mandando a la gente pa una u otra cola dependiendo de si era de uno u otro año de los dos que estaban convocados y el segundo, no contento con el fregao que se estaba montando con las hordas mutantes aullando PERO DE DÓNDE SALE TANTA GENTE, se encargó de preguntarle a la gente su apellido pa mandarlos aleatoriamente a una u otra de las dos subcolas en que se dividía cada main cola anual. Con u en medio. Aunque todos acabamos un poco hasta el culo, también hay que decirlo.

¿Y hoy quién actúa, Pfizer, Moderna, o ese grupo new age, AstraZeneca...?

Y a mí, como siempre, me tocó la cola más lenta. Es una de mis maldiciones, cuando me meto en un atasco siempre me toca el carril más lento y si me cambio de carril automáticamente ESE es el más lento, cuando voy al supermercado siempre me toca la cola en la que la señora de delante se lleva medio almacén, el cajero tiene que irse a por veinte códigos de barras y dos ancianitas frágiles y educadas intentan colarse adelantando por la derecha sin intermitente ni pudor alguno.

Como yo no soy de Mérida City, ciudad sin ley, tuve que conformarme con observar y estudiar en silencio los emocionantes reencuentros de cientos de personas de la misma generación que iban coincidiendo conforme las cuatro colas de la autopista vacunal avanzaban a paso de caracol bajo las lonas que amablemente había colocado allí el ejército para dar un poco de sombrita (Mérida en junio a las 4 de la tarde varias horas bajo el sol implica una incidencia acumulada de lipotimias de 98 casos por 100, más o menos) pero que aquel día, curiosamente, servían para (más o menos) mantenernos (más o menos) secos, porque sí, amiguitos, justo el día que más gente había convocada y que más gente había en la putacalle esperando inmóvil a ver si lograba entrar aunque fuera en el interminable camino bajo las lonas, el tiempo decidió soltar LA DEL PULPO MUNDIAL en modo lluvia aguacerosa o aguacérica con acompañamiento de rayos, truenos, centellas y desprendimiento de ramas y tejas en general. O sea, un show.

—Yo me había traído el abanico porque es lo suyo en esta época…
—Mira ese con el paraguas, qué se cree, ¿más listo que nadie por haber mirado la aemet?
—Qué asco de juventud.
—Definitivamente.
—Que somos todos de la misma edad…
—Ese no, ese está muy estropeao, seguro que se ha colado de otro día.

"Todos están peor que yo" como verdad universal

Y yo allí calladita como una buena niña desplazada de su pueblo de origen que no sabe muy bien si tiene o no derecho a vacunarse allí, en sandalias y manguita corta empapada hasta las pencas y quieta como un hongo porque aquella cola NO SE MOVÍA, SEÑORA, viendo cómo la gente pasaba de colas, de distancias de seguridad y de to lo grande porque COOOOÑO PACO QUÉ TAL ESTÁS CUÁNTO TIEMPO HOSTIAS LALY QUÉ HACES ACHAAAAAAAA Y LA FAMILIA QUÉ TAL Y CÓMO ANDAS Y y yo mu callá y mu pendiente a ver si en una de estas alguien me explicaba por qué mi cola no se movía, por favor y gracias, mientras las dos del 76 iban avanzando poquito a poquito y la otra cola del 77 era como la vía rápida del bus-vao a la que llegaban los Elegidos™ en mini-colas de 20 y pasaban directamente guiados por el agente de movilidad como si fueran los VIPs del pueblo o tuvieran una pulserita mona de las de todo incluido (menos las colas).

—Y estos por qué pasan así, ¿son todos primos del alcalde, o algo?
—Ni idea, pero qué mal me caen.
—¿Los matamos?
—Queda feo, no sé…
—Pero se lo merecen.
—Definitivamente.

La solución al misterio fue que algún lumbreras había decidido que la mejor forma de dividir en dos a la gente era poner una cola de la A a la G y otra de la H a la Z.

Claro que sí, campeón.

El mismo número de letras de toda la vida, y la misma proporción de apellidos de siempre jamás.

Vamos, que si te apellidabas Álvarez lo tuyo era llegar, entrar hasta el fondo saludando a ambos lados como la Beyoncé, dar tu DNI, pincharte y tirar pa casa en 2 minutos. Pero si te apellidabas Pérez, como una que yo me sé…

—Es que siempre ha habido clases.
—Sí, los del A que se creían superiores, los del B que eran los sicarios de los del A, y los del C que eran los frikazos raros que recibían en el recreo.
—Yo siempre estuve en el C…
—Y hoy te toca esta cola, hay cosas que nunca cambian.

Ahmigo, si te apellidabas Pérez te tocaba esperar 3 horas bajo la lluvia hasta alcanzar el ansiado pabellón. Tres horas contando por lo bajo, eh. Bajo la lluvia y los rayos truenos y centellas y relámpagos y viento huracanado granizo ramas tejas tornados maremotos que solo nos faltaban ahí el volcán y el ovni para hacer el completo.

Pues se ha quedado buena tarde...


—Ya no siento las piernas.
—Qué suerte tienes…

Y después, una vez dentro (pero NO al abrigo ni del frío ni del viento ni de la lluvia porque es lo que tienen ciertas instituciones feriales, que se abren como las casitas de Pin y Pon, toda la pared de golpe), otra media horita hasta alcanzar la mesa de la documentación, media horita durante la cual los músculos y tendones de mis pies decidieron que ya se habían enfriado suficiente e hicieron todos HOP de golpe y se pusieron tiesos parriba como si se alegrasen un montón de verme.

Yo no me alegré nada, la verdad sea dicha.

—¿Del 77? ¿En serio? ¿No te has confundido de año?
—Te agradecería el cumplido, porque ME LO VOY A TOMAR COMO UN CUMPLIDO, si no estuviera ahora mismo como si fuera del 17 no sé todavía de qué siglo…
—Ja, ja, ja. A ver, DNI.
—Mira, es que verás, mi tarjeta sanitaria es de Madrid y yo…
—Pero que me des el DNI…
—Toma, pero mira, yo es que estoy trabajando aquí (cuando no estoy toda mi jornada haciendo cola, se entiende) pero mi contrato no es…
—Con la P.
—Sí, Pérez, pero verás, es que yo…
—Pero qué me estás contando, reina mora, si estás aquí bien grande con nombre y apellidos en mi lista de hoy, mírate, ¿estás bien?
—Pues ahora que lo mencionas igual tengo los pies pa amputármelos rait nau y el resto del cuerpo para momificarlo después de la que me he comido ahí fuera, pero si tú me dices que yo estoy en la lista yo paso ahí dentro y ya me muero después de pincharme, muchas gracias.
—Oye, pero estás un poco blanca…

Blanca, dice

Lo que me estaban doliendo a mí los dos pies de dedos tiesos parriba en ese momento no os lo puedo describir porque me denunciarían la página por violencia cruenta explícita. Y tampoco se lo iba a describir a ella porque DOLÍA, joder, pero metida en mitad de un vacunómetro de gente intentando salvar vidas pues hablar de tirones musculares sonaba como muy absurdo, ¿no?

—Soy así. Blanca. Mucho. Blanquísima, de toda la vida.
—No, me refiero a pálida, o sea, igual mejor esperas un ratit…
—QUE TENGO MUCHAS GANAS DE PINCHARME POR FAVOR SOCORRO AYUDA POLISÍA.
—Pero si te da aprensión la aguja…
—QUÉ APRENSIÓN NI APRENSIÓN LLEVO SEIS MESES ESPERANDO ESTE MOMENTO POR FAVOR SUÉLTEME EL BRAZO QUIERO PINCHARME BUAAAAAAAAAAAAA.
—Vale, vale, pasa, pero si ves que…

Y luego un cuartito de hora más para llegar por fin a LA AGUJAAAAAAA, VIVAAAAAA y por último pelearte con alguien pa que te dejase una silla en la que esperar tus 15 minutitos a ver si te daba o no chungo vacunal.

—Simpático, déjame esa silla, anda… Que tú llevas aquí sentado 55 minutos, que te he visto mientras esperaba lo del…
—Ya, pero es que llueve de la hostia.
—Tío, que me tengo que sentar a esperar a que me dé chungo, no me jodas, tira pa tu casa.
—Que no, que llueve.
—Como me dé chungo de pie te vas a cagar, mamón.
—Oye, un respeto a las canas.
—Somos todos de la misma edad, tontopollas…

Aunque él estaba mucho más estropeado que yo, por supuesto. Hmpf.

¡Deja de ocupar la silla sin consumición, cojones ya!

A esas alturas no tenía yo el chichi pa muchos farolillos, lo habéis adivinado. Al final me senté por pura chiripa (y porque la mi compi preciosa de cultura me tenía un sitito medio apalabrao, ella había entrado ya un rato GRRRANDE antes porque es del otro año y encima con A, siempre ha habido clases) y pude sentarme a esperar mi chungo, que por supuesto no llegó porque esto de la vacuna no da chungo a casi nadie (pero eh, hay que esperar por si te toca). Con los dedos de los pies moraos de congelación y dos tirones de los que no se van muevas los músculos como los muevas, da lo mismo porque los dedos siempre vuelven a hacer HOP PARRIBA y cómo duelen los desgraciaos; empapada de arriba abajo y temblando como una gilipollas y con los pelos como la bruja Avería un día tonto, que yo llegué a pensar que SÍ me iba a dar chungo y a ver cómo les explicaba yo a los amables chicos de Cruz Roja que no era por la vacuna sino por la concatenación de catastróficas desdichas previas.

—Joder, es que es verdad que llueve de la hostia, y ahora cómo salimos de aquí.
—¡Que yo no sé nadar, que soy de interior!
—Y los fines de semana en Huelva y en Lisboa pa qué te han servido, almadiós…
—Pues para matarme a vinos, tú qué crees.

Porque mi coche estaba en el otro extremo del universo conocido y llovía, vaya que si llovía. Llovía mucho. Llovía como si no quisiera parar de llover hasta convertir el Guadiana en el Mediterráneo, hectómetro cúbico arriba o abajo. Y yo con los dedos tiesos parriba metidos en dos sandalias monísimas y empapadas y los pies llenos de barro, y una camisa de gasa que menos mal que era negra porque si llega a ser blanca me detienen por escándalo público.

—Pero es que llevo cuatro horas fuera del curro y en algún momento tendré que volver…
—Pues como no vuelvas en helicóptero…

Obviamente el de Tulipán no iba a desviarse solo para llevarme a mí de vuelta al curro, así que no me quedó otra y tuve que irme correteando por el parque, chapoteando de alcorque en alcorque y procurando no perder las sandalias por el camino cual Cenicienta venida a menos hasta alcanzar, por fin, mi adorado cochecito. Que por cierto a esas alturas estaba limpísimo, hay que mirarlo todo por el lado bueno. Hasta descubrí que es azul, cosa que ya no recordaba.

(Inciso para agradecerle aquí intensísimamente y con muchos apretones de manos, abrazos y besos acompañados de llanto acongojado a mi Yo del pasado por haber tenido la precaución, hace ya ni recuerdo cuánto, de meter en el maletero unas deportivas y una chaquetita ‘por si acaso’. Me salvaste la vida, tía. En serio).

Eternamente agradecida

Al final llegué al trabajo, no sé cómo (muy mojada, eso sí). Y evidentemente, aparte de muchos “ohs” y “ahs” y “pues no lo entiendos” referidos a la longitud de la cola y la humedad relativa en pleno junio, los únicos comentarios que recibí se referían a mi nuevo peinado supercool megafashion (lo que viene siendo el pelo electrizao después de tanta agua, superochentero él, muy de moda muy trendy todo eso). Y, claro, la bromita:

—¿Y ya se te pegan los tenedores al brazo, o todavía no has mutado?
—Mi cuñado dice que sí se le pegan, el muy tontolculo.
—Pues a mí me ponen la segunda y no se me pegan, igual a partir de mañana, jajajajajaja…
—Pero ¿se te pegan los cubiertos o no se te pegan?
—Y a mí que me cuentas, lo único que se me ha pegado hoy es un tormentón del cagarse que mira cómo vengo, como se me pegue algo me electrocuto…
—Ah, pues lo mismo es otro efecto secundario de la vacuna…

Qué suerte la mía, todo el mundo muta para convertirse en Magneto excepto yo, que soy Tormenta. No pasa nada, Ororo siempre fue una de mis favoritas. Y lo mismo no me viene mal para que no me llueva igual pa la segunda dosis, que otra tarde como esta mejor no, ¿eh?

Aunque, viendo la fecha que me toca, lo más probable es que en la segunda dosis mute en otro superhéroe, bien pensado.



*Nota: si yo acabé como acabé, no quiero ni imaginarme cómo acabaron los sanitarios después de vacunar a TODA ESA GENTE. El reventamiento, amiga. Un ole bien fuerte pa ellos por aguantar lo que aguantan.

Copyright © Virginia Pérez de la Puente. Designed by OddThemes